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Hoy empezamos una nueva sección en el podcast El Café del Fotógrafo. Se trata de las historias de Capbuit. No tengo muy claro que tal saldrá esta sección, pero la idea es hablaros de las aventuras que vive Capbuit.
Como es la primera historia que os contaré, primero me gustaría presentaros a Capbuit. .
¿Quién es Capbuit?
Se trata de una persona que hace fotos. A veces es un poco despistado, otras un tanto torpón y otras va con prisas o se organiza poco. La cuestión es que le pasan cosas que hace que pierda fotos, que se le estropee el material que se complique la vida o que incluso la ponga en peligro.
Un poco por su forma de ser y otro poco por la cantidad de cosas que tiene que tener controladas al hacer fotos, le van ocurriendo cosas en muchas de sus salidas fotográficas.
En ocasiones incluso le ocurren cosas que ya le habían ocurrido a otros de sus compañeros, amigos incluso a veces a sus alumnos, sí, también da clases de fotografía. Ya lo dicen, Capbuit es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Aunque no sea él el que haya tropezado antes.
Pero Capbuit quiere compartir sus experiencias desastrosas con nosotros y de vez en cuando me manda un mail contándome una de sus historias.
A veces son historias cortitas, de cosas poco importantes pero que son una faena y que simplemente prestando un poco de atención podría haber evitado. En otras ocasiones son cosas que le ocurren en el estudio. Y en otras, cosas que hace por falta de conocimiento y que resultan desastrosas.
Decide contarlas más que nada para que a nosotros no nos ocurran esas cosas y nos encontremos en un aprieto como los que ha pasado él. A base de hostias se aprende, pero mejor que las hostias se las lleve Capbuit antes que nosotros.
Así que allá va la primera de sus historias:
La cámara voladora de Capbuit
Era un día entre semana y había caído una gran nevada en Mallorca. (No se si os lo había dicho, Capbuit vive actualmente en Mallorca).
En la Isla nieva poco y muchos años ni siquiera nieva o lo hace tímidamente. Así que Capbuit estaba muy emocionado ese día. La montaña estaba llena de nieve y los pueblos de cotas más bajas estaban quedándose blancos, así que allá que se fue.
Cogió coche, la mochila con las dos cámaras, una Nikon D700 digital y una F5 de película, cargada con carrete blanco y negro.
Decidió que en lugar de subir a la zona más montañosa, iría primero uno de los pueblos de montaña situado en el valle. Al llegar ahí, vio que la nieve empezaba a cuajar, pero había muy poquita, así que se bajó del coche y tomó algunas fotos con la cámara de película.
Estaba emocionado y desde el pueblo vio que unos pocos metros más arriba la montaña estaba totalmente cubierta de nieve. Así que se le ocurrió regresar al coche y acercarse hasta una pequeña aldea a unos pocos kilómetros de donde estaba.
Cambio de planes
Estaba muy emocionado con esa cantidad de nieve que veía a pocos kilómetros. Así que se fue casi corriendo al coche y al llegar metió la mochila en el asiento de atrás del coche. Le puso el objetivo de la cámara analógica a la digital y la metió en la mochila. A la analógica le puso la tapa y como era una cámara pesada, decidió que no la usaría más ese día. Además era complicado meterla en la mochila por falta de espacio. Así que la dejó sobre el asiento de detrás, entre la mochila y el respaldo del asiento para que no se cayera por algún frenazo.
Tan sólo tenía que conducir un poco y aunque nevaba, lo hacía con poca intensidad. Así que se acercó por la carretera hasta llegar al desvío y ver que la carretera que tenía que tomar estaba cortada. Había una barrera que cortaba la circulación en uno de los carriles indicando que era por la nevada.
Pero sólo estaba cortado uno de los carriles y la carretera se veía limpia, así que decidió ignorar la señal y seguir su camino hacia la aldea. En cualquier caso, si la carretera se ponía peor, siempre podría parar y dar la vuelta.
Llega a la aldea
Así que siguió, con prudencia, pero por una carretera con algo de nieve. Y ya os adelanto que no es la única de las historias de Capbuit que ocurre en una carretera nevada.
Finalmente llegó sin problemas a la aldea. No quiso arriesgarse a meter el coche en las calles llenas de nieve de la aldea, así que rápidamente metió el coche en un pequeño rincón apartado en la misma carretera que pasaba por la parte alta del pueblo y se bajó emocionado del coche.
La escena era espectacular. La aldea quedaba por debajo de él, con lo que tenía unas vistas espectaculares de la aldea nevada y el mar de fondo. Decidió coger la mochila rápidamente del asiento de detrás y tomar algunas fotos de esas vistas.
Comprobó que tenía la D700 con el 24-70mm así que sacó la mochila y rápidamente se pasó un asa y se la lanzó dándole la vuelta sobre su espalda para pasarse el otro asa por el otro brazo cuando se paró el tiempo…
Según le daba la vuelta a la mochila con fuerza, vio cómo la F5 subía enganchada en el asa de la mochila y empezaba a volar sobre la carretera.
Iba dando vueltas como si fuese un frisbie, horizontalmente, sólo que sin planear. Cruzó la mitad de la carretera, cayó sobre el asfalto medio nevado y siguió rodando deslizándose sobre el hielo hasta chocar con el muro que hacía de quitamiedos en esa carretera de montaña.
En ese momento agradeció que la carretera estuviera cortada y no pasaran coches. Además con algo de nieve, que hizo que el golpe fuese algo más suave.
Cruzó la carretera pensando que menos mal que era la cámara analógica, que la compró de «veteasaberquemano» y por lo tanto tirada de precio, pero aún así le había cogido mucho cariño. La recogió con el corazón en un puño, esperándose lo peor pero vio que parecía estar intacta.
No se había hecho ni un rasguño, pero seguro que alguna pieza interior se había soltado o algo así, así que se puso a hacer fotos y comprobó que todo reaccionaba según lo esperado. Acabó el carrete y sin mucha esperanza lo recogió tras el rebobinado automático. Seguro que con el golpe por alguna ranura entraba luz y ya no podría usar más esa cámara porque le velaría la película.
Ya que estaba ahí, decidió hacer fotos. No iba a perderse un día así por una vieja cámara. Y aunque disfrutó mucho aquel día, el run-run seguía en su cabeza, así que al día siguiente fue a revelar el carrete y… milagrosamente había quedado todo bien.
La cámara a día de hoy sigue funcionando de maravilla.
Conclusión y aprendizaje
Pese a la suerte, ese día Capbuit aprendió algo. La pereza y las prisas son malas compañeras en fotografía.
Desde entonces no se le ocurre transportar cámaras sueltas en el coche ni tan siquiera para trayectos de cinco minutos. Ya no por lo que pueda pasar en el trayecto, sino también porque no sabe cómo reaccionará él al llegar al destino.
Así que pese a las prisas con las que muchas veces va y que le gustaría llevar en algunas ocasiones la cámara en el asiento del copiloto para no tener que sacarla si ve algún motivo fotográfico interesante, siempre la mete en la mochila.
Cuando se le pasa por la cabeza dejar la cámara fuera, le viene a la mente esa imagen de la cámara sobrevolando la carretera y deslizándose sobre la nieve.
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